miércoles, noviembre 01, 2006

La no-objetividad (¿nadie lee o nadie comenta?)

Andrés está solo en la casa, no fue a trabajar. Se pasea sin polera por las piezas, con un gatito de días en una mano y una bolsa plástica en la otra. Sonríe medio adormecido, tiene la lengua traposa y los ojos apagados. Andrés tiene alrededor de 15 años y vive en la calle. Los "tíos" que lo fueron a ver le preguntan cómo está. "Bien, po", dice, y le da una aspirada a la bolsa llena de un líquido verde. Alguien le dice que le falta combustible a la camioneta. Andrés le responde "Ahí ta' el bidón, saque no más", sin despegarse de la bolsa. Sólo lo hace cuando otro tío le ofrece una piteada de su cigarrillo. Andrés sabe que si junta el fuego con la bencina puede incendiar su vivienda. "Mire tía, cómo el Pelón dejó el sillón", me dice mientras me muestra un sofá calcinado. Le pregunto qué nombre tiene su gato. "No tiene nombre, ¿no ve que es muy chiquitito?", me recrimina.

Los educadores de la fundación Don Bosco (los "tíos") le preguntan a Andrés por qué dejó de ir al albergue que tienen para que niños como él empiecen a dejar la calle. "Porque van los de la Bulnes", responde. "La Bulnes" es otra caleta y el encargado de la fundación me explica que se llevan mal. Es hora de partir. Nos subimos a la camioneta y dejamos a Andrés en su casa con un educador. Están organizando la visita que tendrán el día siguiente.

Si Andrés quisiera, podría tener una casa, comida, educación. Y los educadores de Don Bosco son los encargados de hacer que eso suceda sin castigarlo, sin asustarlo, sin presionarlo.
César llegó hace dos semanas a la casa Nuevo Amanecer. Y se le nota en la carita. Claudio y David, en cambio, ya llevan meses. Y también se les nota en la carita. Bryan me muestra su nuevo corte de pelo y Claudio hace sus trucos de magia. Todos me dan la bienvenida, menos Stephanie que se sienta amurrada en la sala y no quiere hablar. Nadie la obliga, porque saben que me saludó cuando crucé la reja. Imagino cómo estaría Andrés en esta casa. Imagino cómo se sintió Jonathan al escapar y volver luego de ser apuñalado en la calle. La puerta está abierta. Las piezas sin pestillo. Todos están ahí por su propia voluntad. Los niños no eligen vivir en la calle, pero sí pueden elegir salir de ella.

Cae la noche y tengo que partir. Me invitan a volver, quiero hacerlo. Pero también quiero hacer algo más por ellos. Todos sabemos que hay niños que viven en la calle, niños que saben demasiado. Pero pocos saben lo que se está haciendo por ellos. Llego a mi casa y reviso mis apuntes. Hay algo que puedo hacer. Y lo hago.

1 comentario:

  1. Que importante que existan periodistas como tu, no te rindas porque al mostrar esa situación y las personas que ayudan a estos niños, se habre la posibilidad de que reciban algún tipo de ayuda que les permita sacar a más niños de las calles. eso es hacer algo como tu dices. No como otros medios que lucran mostrando a niños en pobreza. Recuerdo una vez cuando vi el programa Hola Andrea y pasaban todas las típicas compañías Teletoneras regalando un paquete de pañales a cambio de 1 minuto de publicidad al aire.

    No cambies!! (que cliché suena eso)

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"Puedo no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo" (versión libre de la frase de Voltaire)