Cuando yo estaba en el colegio, siempre teníamos como curso una actividad de acción social al año. Generalmente apadrinábamos jardines infantiles de comunas pobres de Santiago: les llevábamos regalos a los niños para navidad, hacíamos paseos con completos, helados y juegos en el ex parque Intercomunal, y les dábamos cajas y cajas de leche en polvo todos los meses para sus desayunos y onces.
Un año, eso sí, decidimos apoyar a la Casa Nacional del Niño, del Sename, que quedaba al lado del hospital Calvo Mackenna. Nuestra labor consistía simplemente en ir a las salas donde estaban las guagüitas, darles la mamadera y sacarle los flatitos. Una tarea simple, pero puchas que alivianaba la labor de las enfermeras y ¡puchas que me hacía sentir plena! Tener a una guagua indefensa en mis brazos, un bebé que había sido abandonado, que estaba solo, y darle cariño, un cariño de una cabra de dieciséis años, un cariño que no era retribuido con palabras y gestos, pero que yo sentía cada vez que esos pequeñitos seres me sonreían o incluso cuando dejaban restos de su once en mi delantal.
Siempre he tenido más empatía con los seres que siento más indefensos. Y en ese grupo están los ancianos y los niños pequeños. Me llena de indignación ver que hay sujetos -que se hacen llamar personas- que abandonan o le hacen daño a abuelitos o guagüitas. Me entristece ver viejitos a altas horas de la noche, durmiendo a la intemperie o que están obligados a mendigar. Me llena de impotencia ver en las noticias a personas de la tercera edad que viven en la más absoluta indigencia, tratados como basura por sus hijos, en un estado que no respeta sus años de vida, su sabiduría.
Hoy fue el lanzamiento de la campaña "Una cana, una historia" con la que el
Hogar de Cristo conmemora el Mes de la Solidaridad. Y en la Plaza de Armas se reunieron viejitos "famosos" como el ex presidente Patricio Aylwin, Julita Astaburuaga y el tío Lalo y viejitos no tan famosos, de dos centros abiertos del Hogar de Cristo. Un lanzamiento muy emotivo.
Pero se dio una situación irónica: un fotógrafo (no sé de dónde) le tomó una imagen a los abuelitos del centro abierto. Los abuelitos posaron con sus gorritos, sus sonrisas desdentadas, su piel curtida. El fotógrafo se iba y uno de ellos le preguntó para qué diario era. El fotógrafo ni se molestó en responder. Se fue. El abuelito (¿o abuelita?) le dijo a su acompañante: "Sólo quería saber pa' comprar el diario, pueh". ¡Me dio tanta impotencia!
¿Qué le costaba tomarse dos segundos y responder? ¿Por qué el ser humano es tan dado a faltarle el respeto a quién considera más débil que él?
Los dejo con el
Decálogo del Buen Trato al Adulto Mayor: No olviden que tarde o temprano, todos seremos "señores grandes".
- Recuerde que todos somos hijos de Dios, también las personas mayores.
- Visite a una persona mayor.
- Trátele como adultos y no como a un niño.
- Asígnele una responsabilidad que pueda cumplir.
- Salúdele con un abrazo.
- Agradézcale por lo que su vida significa para usted.
- Invítele a caminar durante 5 minutos.
- Prepárele una comida especial.
- Pídale un consejo.
- Pregúntele sobre el Padre Hurtado.
P.D: Harto mamón el post... ¿y qué?