martes, enero 24, 2006

A mi abuelita Nelly

Todos los domingos era lo mismo. Sobre la mesa, seis bolsas. Tres de ellas eran grandes y contenían libros para pintar, acuarelas, pinceles, crucigramas y sopas de letras. Las otras, más chicas, siempre eran una sorpresa. Nunca se sabía si tocaban papas fritas, ramitas, alfajores o chocolates. A veces, incluso, estaban todas esas cosas. Y más. Y siempre helado, de agua o de crema. Fuera invierno o verano.

Me gustaba ir a la casa de mi abuelita. Porque siempre nos tenía cosas para pintar, para comer, para jugar. Me encantaba ir a la pieza del fondo e intrusear todas las cajas que ahí estaban. O abrir el clóset, ponerme el tutú y ser una bailarina. Y jugar al almacén, con boletas, monedas y todo. Lo que mi mamá me prohibía durante la semana, podía hacerlo todas las veces que quisiera con mi abuelita.

Un día de primavera, encontramos una caja llena de tizas. Para que no nos pusiéramos a pintar en las paredes, mi abuelita nos sacó de la casa y, en cuatro patas, dibujó un luche en el suelo. Se paró y nos enseñó a saltar. “No, pues, mijita, no puede pisar el borde del cuadrado”, “¡Eso, eso!, ¡no pises el tres!, ¡bien, ahora el cuatro!”. Me parece que muy pocos representantes de mi generación pueden decir que su abuelita de 70 años les enseñó a jugar al luche.

Ya más grande, el imán eran las onces tipo “si me como un pan más reviento, pásame la mermelada por favor”. Además, era la única oportunidad en la que podía ver a mi prima y conversar de hombres y carretes, carretes y hombres. Debo reconocer que me aburría un poco, pero igual lo pasábamos bien. Y las navidades eran lo mismo: la cena, contundente (yo tenía un plato especial, por mañosa) y el árbol lleno de regalos para las niñitas. Era un sueño.

Mi infancia fue feliz. Y creo que esa señora con ojos vivaces y que nunca se quedaba quieta tiene buena parte de responsabilidad en eso. Siempre fue una presencia activa, que me recibía en su casa cuando me quedaba sola en Santiago, que me llevaba a la cama unos desayunos increíbles, que me demostró que los cuentos Andersen y Perrault se inspiraron en la vida real. Mientras mi mamá me ponía calzones de lana por el frío, su mamá me daba helado.

Estoy grande. Ya no me interesa jugar al almacén y las ganas de ser bailarina quedaron en el pasado. En un pasado que poco a poco se le está borrando a la mujer que más me ayudó a apreciarlo. Ya no es la misma campeona de pin pón que me daba helado en cualquier estación del año. Ahora es ella la que se porta bien a cambio de una buena cassatta.

Esto lo escribí en octubre del 2002, cinco meses antes de que muriera mi abuelita Nelly, la mamá de mi mamá y mi primera abuelita en partir.
Fueron las palabras que le dediqué en su misa de despedida.
Son las palabras que quiero compartir con ustedes.

9 comentarios:

  1. ¡¡Qué lindo!! Hermosas palabras... yo, en cambio, nunca pude escribirle nada a mi abuelo Mincho cuando él murió. Mi Tata lo era todo para mi, mi amigo, mi abuelo y mi maestro de vida. Siempre me apoyaba en todo, me defendía y me llevaba al campo para que yo pudiese gozar con él, su tesoro más preciado: la naturaleza. Pero cuando murió, solo atiné a llorar y llorar y caí en una depre muy grande. Ahora, eso sí, ya logré superarlo y hace tiempo pude al fin, escribirle una carta al Mincho, pero lo que puse en unas hojas de papel, quedaron para mi abuelo no más, porque se lo dejé en el cementerio, junto a su tumba. Espero algún día acordarme de lo que escribí y así compartirlo con todos, como lo hiciste tú. Bellas palabras...

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  2. valeria:
    Leer los recuerdos de tu abuelita me hacen pensar en la mía, que murió un poco después que la tuya. Mi infancia es ella, mis mejores recuerdos, las mejores cosas de mi vida, y la llevo siempre en mi corazón, a todos lados.
    v.

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  3. cresta !!!... sabes, no te conozco, pero al leer este post, me imaginaba a tu abuela... que linda que fue.. y que hermoso es como la recordaste...

    uff.. me emocione

    saludos..

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  4. Me acuerdo de esas palabras. Me emocioné ahora tanto como esa vez.
    Bonitas palabras, muy bonitas.
    Ella sigue contigo, y lo sabes bien.

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  5. Yo amo a mi abuela. Ella lo es todo para mí.

    Me emocionó leerte.

    Ojalá pasen muchos años antes que me toque escribir las palabras para su adiós.

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  6. Mi wela es mi madre. Mi wela es mi wela.

    Si supieras cuanto la quiero...


    + Si todo el mundo tiene blog, ¿Por qué yo no?


    Saludos!

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  7. muito bonito, tua abuela (avó) era mágica, uma estrela no céu...
    beijos

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  8. Maravilloso , me rei , sobrecogi, recordé mi propia infancia, a mi abuela pero sobre todo te imaginé ahi con tutu , dando vueltas con la cara llena de dulce.

    Vale, cada dia me asombras mas.
    un abrazo!

    P.Araneda P.

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"Puedo no estar de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo" (versión libre de la frase de Voltaire)